"Todo pescador es agricultor, pero no todo agricultor es pescador” nos dijo don Domingo, explicando que la pesca no es una actividad de todo el tiempo, pues por lo general el 70% de isleños lo hace un día a la semana, el resto por varios días en el mar, por tanto, más de la mitad de pescadores acostumbran a dedicarse a otras actividades por fuera de la pesca, como la agricultura, el moto-taxismo, etc. Precisamente son estas dinámicas las que el Estado colombiano ha invisibilizado, sobre todo en un momento tan coyuntural como el Fallo de la Haya, donde no solo se disputaba el mar, sino el territorio de los isleños de San Andrés. Pues, el Censo realizado comprendía como pescadores a quienes únicamente se dedicaran a la pesca, cifras que representaban una minoría y por ende menos arraigo con el mar por parte de la población colombiana. Esto muestra la presencia parcial del Estado, que no supo reconocer la población de su territorio. Por su parte los isleños, destacan los procesos que han emprendido para identificar aspectos que ayuden a mejorar sus prácticas de pesca, como los avances ergonómicos en la construcción de lanchas y canoas, lo cual consideran un argumento fundamental que les permitía demostrar ante el Fallo de la Haya que han creado y evolucionado en sus sistemas de vivir y sentir las experiencias cuando se alejan de la tierra y se adentran en su territorio, el mar, el cual terminaba en el horizonte y que hoy se limita por las embarcaciones que respaldan la soberanía de Nicaragua sobre aquel que fue suyo. En este sentido, partir desde el territorio isleño me resulta un punto de entrada fundamental para comprender las dinámicas de la isla, en cuanto a su cotidianidad y respecto al sentimiento de abandono por parte del Estado Colombiano que inunda a los isleños. El cual no solo se remite al Fallo de la Haya a favor de Nicaragua, también, en las práctica colonizadoras del Estado colombiano, donde llevaron a personas de Colombia continental a vivir a la isla como medida para imponer como lengua el castellano y erradicar el creol, su lengua nativa, con el firme propósito de no perder la soberanía sobre la isla. Actualmente, ésta quiere ser reafirmada por medio de la construcción de un gran edificio para uso de la Policía Nacional Colombiana a orillas del mar acabando con la armonía que se aprecia desde tierra firme, lo cual constituye una forma de sentir su territorio, además de estar solidificado sobre un lugar ancestral y sagrado donde están enterrados sus ancestros. A esto se le puede agregar que los policías no son personas isleña sino de Colombia continental, que están sobrepoblado la isla y minimizando los pocos recursos naturales, que por cierto son distribuidos de forma inequitativa privilegiando al sector turístico sobre la población raizal e isleña. De este modo, mi propósito es mostrar la otra cara de la isla de San Andrés, donde no todo es turismo y que si bien se goza de un paisaje maravilloso, que esto no sea una venda en nuestros ojos que nos impida ver más allá, en lo cotidiano, donde se encuentran las respuestas para comprender al otro y reconocerse a uno mismo.
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