¿Quién es Eli?
Es una mujer polifacética, apasionada por las manualidades y la gastronomía. Le encantan las aventuras, los viajes y las experiencias diversas. Vive enamorada de la vida y de su pelo ensortijado.
Una nueva y majestuosa familia raizal
En mi estadía en San Andrés Islas realicé un recorrido en lancha alrededor de la Isla que duró al menos 5 horas. Mientras avanzábamos velozmente observaba atónita los enormes manglares y me preguntaba ¿Cómo podrían crecer tan majestuosamente estos árboles en un ambiente de adversidad? Días antes yo misma había estado expuesta a las fuertes olas del mar, a las ventiscas y al agua salada que me causó ardor en la vista por la falta de costumbre de nadar con los ojos cerrados. Además de experimentar una deshidratación por poco consumo de agua y la exposición a alta radiación solar.
El guía -un biólogo univalluno- explicó en medio de la travesía que los manglares se caracterizaban por sus adaptaciones fisiológicas que les permitían tener una alta tolerancia a condiciones de extrema salinidad; ser protectores contra la erosión de las costas que rodean a San Andrés; además de ser productores y re-productores de vida porque entre ellos viven distintos organismos (acuáticos, anfibios y terrestres). Fue en ese momento en que se me ocurrió hacer una comparación entre lxs raizales, un pueblo ancestral originario, y los manglares. Los raizales han [sobre]vivido condiciones adversas como: escasez de recursos, sobrepoblación, acumulación de desechos tóxicos, pérdida de su territorio y soberanía, los efectos negativos del turismo, entre otras. Sin embargo, siguen en pie tal cual como esos mangles para exigir sus derechos y la defensa de su identidad cultural.
Durante los 4 días de estancia en SAI me sentí como en casa a pesar de las barreras del idioma me acogieron, me abrazaron y me alimentaron tal como a un integrante de su familia. Incluso algunxs al percatarse que tenía problemas para comprender su inglés creole bajaban la velocidad para que yo pudiera entender y hacerme parte de la conversación. Esto es similar a las especies de aves que se hospedan temporalmente entre los manglares y se sienten como en casa porque tienen a la mano todo lo que necesitan.
Una chica me abordó al concluir una visita a la Universidad Nacional, y me dijo: “te abrazo porque siento una hermandad y una conexión contigo”; otro día caminando hacia el hostal un par de caballeros me abordaron en plena calle y me saludaron “Hello!, sista”, mi compañero y yo estábamos atónitos por lo que sucedía mientras yo solo atiné a decir tímidamente “Hi!”; una dama en un restaurante me sirvió una porción extra grande como una muestra de camaradería; la dueña de una tienda de artículos de playa me ofreció descuento en sus productos y me preguntó por mi familia; una chica en una tienda de productos se acercó para ayudarme a leer las etiquetas en español; y así me sucedieron muchas anécdotas curiosas que en su momento no supe descifrar. Mientras que estaba en el avión de regreso a casa reflexionaba sobre todas las experiencias que había vivido y las personas que había conocido; fue más fácil para mí establecer conexiones con vivencias del pasado en otros lugares y sentir como una especie de Deja vu. Recordé la vez que me subí a un bus público en Cali y me encontré con dos africanos que automáticamente me preguntaron si era africana. O cuando hacia voluntariado recibiendo extranjeros, provenientes de Brasil, para un proyecto social en unas vacaciones de verano y ellxs extrañamente se sentían muy cercanos a mí más que con otrxs voluntarixs. Justo en ese momento comprendí que a pesar de los estragos que causó la esclavitud y la colonización, hubo lazos y conexiones que no pudieron ser destruidas. Es por eso que a donde quiera que vayamos los pertenecientes a la diáspora africana nos recibiremos entre nosotrxs como el manglar a aquellas especies –con las ramas abiertas– ahora puedo decir que tengo nueva y majestuosa familia raizal.
¡Un saludo diaspórico!
Eliana Charrupi
Comments